martes, 11 de agosto de 2009

CRITICAS

DALIA GUTMANN. "ABRI LOS OJOS" . RADIO METRO 95.1
Muy buenas actuaciones, ningun diálogo resulta forzado. Excelente escenografía. Una obra muy cinematográfica en la cual la pantalla gigante funciona muy bien y la utilización del espacio es increíble. Un dramón que me atrapó.


MARIA LAURA PACHECO. ABCCULTURAL
Todos los jueves y domingos a las 20:30, Diego Lublinsky y Paula Travnik dirigen “El hombre que no duerme” en el Espacio Teatral ElKafka (Lambaré 866). Se lucen en sus roles Luis Gasloli, Claudia Cantero, Fernando Sayago, Federico Costa, Patricia Becker, Jorge Booth y Daniel Ridolfi.
“El hombre que no duerme” explora la convivencia de una familia disgregada que, ante la llegada de un padre moribundo y deprimido por su estado, deberá mostrar una falsa unión para no empeorar el ánimo del enfermo. Pero esa fingida unidad no será tal como se la muestra ya que las fricciones están latentes en cada diálogo y se desencadenan prácticamente ante cualquier situación generada entre la familia.

Pero qué otro panorama se puede esperar si se mezclan un joven con una serpiente como mascota, otro obsesionado con los documentales del canal National Geographic y otro que fantasea con la enfermera de su padre. Lo único que ellos tienen en común es cierto desinterés y fastidio por verse forzados a cuidar a su padre en sus últimos días de vida. A diferencia de Marta, la mujer abnegada y determinada a sacrificar su propia vida personal con tal de cuidar y acompañar a Jorge. En un comportamiento egoísta, hasta se niega a dejarlo ir, perpetuando su malestar indefinidamente.

Jorge, convaleciente y débil, trae consigo una serie de conflictos como resultado de su condición. Con la excepción de su mujer, la única que le brinda un apoyo genuino, el resto de sus hijos muestra cierto cansancio y desinterés al oír constantemente las anécdotas del hombre, que empieza a desprenderse tanto de sus memorias como de varios objetos de su hogar.

El desarrollo en vivo de la trama se complementa con agobiantes proyecciones captadas por una cámara situada en la habitación donde Jorge descansa, o intenta hacerlo, mientras el público no se pierde detalle de lo que sucede allí dentro: sus ataques de pánico y ansiedad, sus problemas respiratorios, sus enormes dosis de medicamentos. Todas sensaciones de las cuales resulta imposible evadirse y hasta sentir que se las vive junto al mismo protagonista.

Como si su enfermedad no fuera suficiente padecimiento, Jorge sufre un eterno insomnio, convirtiéndolo en “el hombre que no duerme”, aquel al cual hace referencia el título de la obra. Quizás sea este uno de los motivos por los cuales sostiene lúgubres conversaciones con su enfermera, tanto como las imágenes que lo reflejan postrado con respiradores artificiales, en las que le pregunta si ha visto morir a muchos y cómo se hace. “Hay que querer”, le responderá ella.

En contraposición a estos climas densos, espesos, que se tornan tan exasperantes como la agonía misma del moribundo protagonista que deriva en una angustiosa espera, la obra aporta brillantes cuadros con diálogos cargados de un peculiar humor, como aquel en el que uno de sus hijos le relata a su padre cómo las boas seleccionan a sus víctimas, ante la imposibilidad de elegir otros tópicos de conversación menos extravagantes.

“Tiene que vernos unidos”, es la frase que repite Marta recurrentemente, pero hasta el último momento los miembros de la familia difieren en sus ideas e incluso en el trato para con el enfermo. Es aquí cuando aparece su hermano para darle fin a tanto dolor, pero choca con la determinación de Marta de aferrarse (aunque sea sólo el 1%) a la posibilidad de que Jorge se mejore y continúe con vida.

“El hombre que no duerme” pasea al espectador por diferentes estados anímicos, derivados de los diálogos y las actuaciones que provocan desde risas incómodas y sonrisas por sus insólitas situaciones hasta la desgarrada tristeza por el estado de su protagonista y todas sus dolencias que, en referencia al título de la obra, sólo dormirá cuando esté muerto.

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